Hasta donde sea que te encuentres

 Estoy sentado a la orilla de mi cama, mis pies descalzos están sobre el frío piso mientras que mi respiración trata de calmarse. Enciendo brevemente el celular para darme cuenta que son las 3 de la madrugada. Ya es la cuarta vez esta semana que me pasa lo mismo. De qué me sirve acostarme desde las 9 de la noche obligándome a dormir temprano si estaré tres horas con los ojos cerrados pero escuchando y sintiendo todo a mí alrededor. Y cuando por fin le he ganado la batalla al insomnio, te apareces entre mis sueños. Me despierto de golpe, asustado y con la respiración alterada. Como si ahogándome con una bolsa de plástico sobre el rostro se tratara.  No quiero seguir sentado mientras veo la completa oscuridad, así que salgo de mi habitación y subo las gradas para el tercer nivel. El cielo estrellado me da la bienvenida cuando salgo a la terraza. Siempre que subíamos te gustaba observar detalladamente las casas que se podían ver a los lejos. Y aunque para mí era una vista mediocre del vecindario, la cual siempre estaba obligado a ver mientras lavaba ropa, para ti era agradable e hipnótico ver todo el flujo vehicular, a las personas ir y venir con rumbos diferentes, algunas apresuradas por regresar a casa con su familia y otras dispuestas a empezar su horario laboral. Después de tanto, creo que también me fue gustando. 


Me recosté sobre la barandilla  y miré al horizonte. Recuerdos fugaces llegaron a mi mente de las múltiples ocasiones que hacíamos esto juntos. A veces te acercabas a mí y con tu índice señalabas lugares, lugares a los que querías ir de viaje. Y todas esas veces te respondía que lo haríamos, pero teníamos que esperar a que ambos tuviéramos tiempo de sobra, para poder ir a ver un amanecer a la playa, ir escalar la cima del volcán, nadar en las aguas termales del lago.  Todo eso se destruyó cuando me enteré de la trágica noticia. A pesar que fue hace dos meses, no puedo contener las lágrimas cuando recuerdo ese fatídico día. Te vi una noche antes, pasaste a devolverme la sudadera que te había prestado hace meses. Observe que llevabas contigo una bolsa de comida china, no quise acaparar mucho de tu tiempo para que la cena no se te enfriara. Nunca me hubiera imaginado que a la mañana siguiente ya no existirías. 


Me derrumbé como una muralla que fue golpeada con una bola de demolición a 120km por hora. No podía creer lo que tu vecina de piso me decía cuando me llamó al teléfono. De la nada mis piernas no tuvieron motivo para sostenerse y mi cuerpo no sintió dolor alguno cuando caí arrodillado entre las piedras, todo ese dolor estaba en mi alma. La simple noticia era como una puñalada al corazón,  pero lo que realmente me carcomía era el hecho de imaginar un futuro en el que pude haberlo evitado. Te odio por no haberme dicho que te acompañara a cenar, te odio porque no me pudiste llamar de madrugada. Siempre tenias llamadas ilimitadas y solo con una pequeña llamada de cinco segundos diciendo que llegara a tu departamento yo hubiera comprendido. Yo hubiera llegado en menos de 20 minutos y hubiera estado ahí contigo, no te hubiera dejado solo.

 

¿Las señales eran claras? Mi mente no las puede diferenciar. Las situaciones eran idénticas en tu vida como la mía. Te miraba reír, se notaba que hacías bien tu trabajo. Tenías una vida normal como la mía, por un momento llegué a considerar que tú no tenías problemas, pues el que siempre se la pasaba quejándose de todo era yo. Mientras que tú atentamente me escuchabas y me dabas aliento en esos días malos.  Creo que aquí los pequeños detalles son los que tienen peso, ellos son los que decidieron tu lado en la balanza. 


Cuando te disculpaste por responder tarde ya que siempre tenías sueño, la repentina decisión de ya no ir natación cuando desde hace años era tu pasatiempo favorito. Tu notorio aumento de peso y creo que la más importante de todas, tu falta de concentración. 


No te pienso mentir, con tu partida, la mitad de mi alma también se fue para tratar de acompañarte. Fui un completo desastre en tu funeral, no pude darles ni una palabra a tus padres y hermanos. Solo entre a la habitación donde todos estaban reunidos y te vi en el centro, rodeado de flores de todos los colores, quería abrazarte pero el vidrio no me dejo tocarte. Tu propia familia me dio el pésame, porque en ese momento la desesperación se apoderó de mí ser. Solo quería suponer que todo era una broma, una pesadilla más de la cual iba a despertar en cualquier momento. 


Me he visto al espejo y  apuesto todo a que si estuvieras aun conmigo, tomarías asiento junto a mí y me abrazarías diciendo que lo que observas no te gusta en lo absoluto. Tú siempre tenías el don de las buenas palabras. Y te juro que quiero cambiar, porque de cierta forma siento que todos tus buenos consejos me los dabas para evitar que yo también cayera en ese vacío del cual no pudiste salir, y sería una burla a tu memoria si yo sigo ese mismo camino. Tus palabras no serán en vano, solo te pido tiempo para poder retomar el camino del cual siempre te hable y tú, con una mirada llena de ilusión y esperanza, afirmabas apoyar mis decisiones.  Haré que tu esencia viva en mí y entre todos aquellos que lograron conocerte en vida. No te preocupes que la promesa de tatuarme tus iniciales siguen en pie, estoy dispuesto a que me acompañes en esta vida y en la otra. Te mando un fuerte abrazo hasta donde sea que te encuentres, a ti, al único, lo mejor que la vida me pudo regalar.



-Lemon Juice


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