E N F E R M E D A D
La puerta del consultorio se abrió, el Dr. Armando le pedía cortésmente al joven Leonardo salir un momento al pasillo en lo que hablaba con sus padres. Los cuales esperaban angustiados desde hace media hora.
Ruth y Ernesto entraron al consultorio, no querían más rodeos. ¿Su hijo salió positivo a la prueba o no?
Armando tomó asiento y dio un último vistazo al papel donde había anotado todos los datos que vio en Leonardo. Se quitó los lentes y vio fijamente a ambos padres. Era obvia su respuesta. Ruth cedió ante las lágrimas, su hijo de apenas 15 años con una vida por delante... había resultado enfermo. ¿Pero como? ¿En qué momento? ¿Por qué a ellos?
—Mantengan la calma, a lo largo de mi carrera me he topado con decenas de estos casos. Aunque debo admitir que ningún paciente que he tratado ha sido de una edad tan joven como Leonardo. Siempre han sido personas adultas, ya trabajadores, algunos hasta desempleados, pero nunca uno de 15 años.
¿Qué significaba eso? ¿Por que a su hijo le había dado tan joven? y tal vez la pregunta más importante de todas ¿Tiene cura?
—Me conocen por haber curado a todos los que han acudido en mi ayuda, y aunque Leonardo sea más joven no implica mayor cambio en el método, es hasta más fácil, sus células son jóvenes, no necesitan mayor tratamiento como los demás. Si se deciden por ayudar a su hijo, pueden agendar una cita y con gusto empezamos con el tratamiento.
Ambos padres agradecieron la ayuda y le prometieron que en la noche le darían una respuesta. Salieron del consultorio y Leonardo se encontraba en la silla, confundido. Ni siquiera sabía porqué estaba ahí desde un principio. No le dolía nada, todas las tardes salía a correr, llevaba una dieta balanceada.
El viaje de regreso a casa fue incomodo. Ruth y Ernesto estaban en completo silencio, y el temor de preguntar hizo que Leonardo se quedara callado de igual forma. Llegaron a casa, Leonardo y su madre se bajaron del auto. Su padre regresó a trabajar. Sin embargo, Leonardo fue el único que entró a la casa. Su mamá dijo que regresaría en una hora, pues tenía que ir al centro por un mandado.
Ruth caminó y caminó hasta llegar a su destino, la iglesia católica ubicada enfrente del parque de la ciudad. Ruth siempre había sido muy devota y ante situaciones como esta, su única salida era su fe. Temerosa y con la mirada hacia abajo, Ruth entró a la iglesia y caminó directo a los pies del gigantesco Jesucristo crucificado. Doblo rodillas y con lágrimas en sus ojos pidió al cielo que su único hijo pudiera curarse de esa horrible enfermedad.
Por su parte, Ernesto regresó a la oficina. Trató de mantenerse sereno pero por un momento observó detenidamente a todos a su alrededor, conocía a cada uno de sus compañeros de trabajo, a sus respectivas familias y sabía que ninguna de ellas pasaba por la situación en la que él se encontraba. Qué desdicha.
Al llegar la noche Leonardo se encontraba en su habitación. Su madre le había pedido no salir a correr esa tarde. El aburrimiento de estar encerrado más de 3 horas, obligó a Leonardo a salir silenciosamente de su dormitorio. Escuchaba que sus padres discutían en su respectiva habitación. La curiosidad lo empujó a ponerse del otro lado de la puerta para escuchar con claridad.
Pero los reclamos que ambos se decían eran absurdos. Su padre acusaba a su madre de que todo era culpa de aquel primo lejano que no veían en años. Que la dichosa enfermedad se daba si había un pariente que ya la ha tenido antes. Pero su mamá también acusaba a su papá porque él siempre se mantenía ocupado, si tan solo él hubiera pasado más tiempo conviviendo con Leonardo cuando era pequeño, a lo mejor y eso no hubiera pasado.
Ruth volvió a caer en llanto, ya no había tiempo que perder, llamaron al Dr. Armando y le confirmaron que estaban dispuestos a que su hijo siguiera el tratamiento. Armando respondió que no había problema, mañana mismo iba a empezar y prometía que en un lapso de 6 meses o un poco más, Leonardo estaría completamente curado e iba a poder tener una vida completamente normal como cualquiera…
—Entonces, Dr. Armando ¿Qué fue de la vida de Leonardo? —Preguntó la periodista.
—El joven se sometió a la misma terapia por la que todos los hombres de su mismo padecimiento habían pasado. La famosa terapia de conversión, la cual incluía electrochoques, internarlo en una clínica y en el peor de los casos, necesitábamos de un exorcismo. —Respondió el Dr. Armando, siendo este ya un anciano.
—¿Leonardo se pudo "curar"? —Volvió a preguntar la periodista.
—No lo sé... y después del anunciado de la organización mundial de la salud donde declaraban que la homosexualidad ya no era considerada una enfermedad mental ya no volví a ver a mis pacientes. Junto con Leonardo también estaban 2 adultos más. Ellos en los 6 meses si tuvieron una conversión completa. Pero Leonardo mostraba resistencia a tal punto que prefirió el suicidio. —Respondió Armando apenado— Realmente no me siento orgulloso de eso. Atendí a un total de 50 hombres homosexuales. A todos ellos les prometí una cura y aunque mirara su sufrir, sabía que la ciencia me indicaba lo que era correcto.
-Lemon Juice
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